¿Qué es lo qué quieres decir?
«Soy responsable de lo que digo, no de que lo entiendas» (Bob Marley)
LEOCADIO MARTÍN
Lo tengo que confesar. Lo de la pasividad-agresividad lo desconocía hasta hace algunos años. Corrijo: no sabía que, determinado tipo de comentarios y actitudes «que sí conocía», se denominasen así. Creo que los denominaba «indirectas», «pullas» o cualquier otra cosa.
Igual ustedes tampoco saben qué es. O qué se llama así. Son esos comentarios que se «dejan caer» con una enorme sonrisa, directos a hacer daño o molestar. O callarse cuando sabes que la persona puede escucharte. O aducir no haber hecho algo -que debíamos hacer-, porque no nos lo habían recordado, una magnífica estrategia de escurrir el bulto y esquivar nuestra responsabilidad. Hay personas realmente expertas en este «arte». Un conocido refrán diría que saben «tirar la piedra y esconder la mano».
La pasividad-agresividad es, por definición, el arte de estar enfadado sin parecerlo. Esta actitud es un remolino inseparable de ira y evasión.
Quienes lo practican son verdaderos expertos en meterse bajo la piel de su «víctima» consiguiendo, en muchas ocasiones que ésta quede aturdida por sus comentarios -o no comentarios-. Las personas pasivo-agresivas saben como hacer daño y luego poner cara de no haber roto un plato. La pasividad-agresividad es un cóctel con dos ingredientes: ira y huida, que tiene un efecto devastador y efectivo en quién es objeto de la misma.
La primera, la ira, o sus sinónimos, la molestia, la frustración o la irritación, siempre burbujean bajo de la superficie. Pero tratar de reprimir la ira es como tratar de mantener tapada una olla hirviendo. Por mucho que lo intentemos, el vapor saldrá por algún lado.
Además de esta hostilidad semi escondida, tenemos un segundo ingrediente de la pasividad-agresividad: la huida. Es una forma de no entrar en el conflicto, disimulando una ira genuina y evitando tener que ser directo. Una situación en la que uno se siente incapaz.
La mayoría de las personas pasivo-agresivas aprendieron que no está bien estar enfadado o molesto. Quizás porque les enseñaron que el conflicto debe evitarse a toda costa, que poner siempre buena cara es lo único aceptable y conveniente si queremos vivir tranquilos. O tal vez sea su forma de expresar su insatisfacción de una forma encubierta y, aparentemente, más suave.
A continuación les propongo una serie de consejos que pueden ayudarte tanto a desactivar este tipo de comportamiento -tanto en ti como en otras personas-.
Comprueba sí hay un patrón. La realidad es que todos somos humanos y todos tenemos nuestros días. A veces, un comentario de estas características o un silencio tenso puede colarse en cualquier situación. Pero si es un patrón o una reacción predeterminada cuando las cosas se ponen complicadas, es necesario abordar la pasividad-agresividad.
Dicho esto, enfrentarlo es precisamente lo que las personas pasivas-agresivas están tratando de evitar y, cuando lo traemos a la luz, se descolocan y pueden intentar negarlo. Pero luego se acumula el resentimiento y su ira se filtra. Lo que nos lleva al segundo punto.
Dejar claro que es seguro hablarlo. Las personas pasivo-agresivas actúan de la forma en que lo hacen porque tienen miedo de cómo reaccionará la otra persona. Temen que reacción tengas, anticipando que puedas reaccionar de una manera mucho más fuerte de lo que realmente lo harás.
Ya sea en el trabajo o en casa, para desactivar este tipo de comportamiento debemos dejar claro que preferimos sacar el problema a la luz que no abordarlo. No va a resultar sencillo que lo consigamos puesto que, tanto la persona que emite estos comentarios como quien los recibe, van a tener que hacer un ejercicio de diálogo sobre temas que pueden ser particularmente delicados.
Cuando no es posible. A veces, la pasividad-agresividad está tan arraigada que se convierte en una forma predeterminada de lidiar con el mundo. Las personas que la ejercen crónicamente la utilizan para evitar la ira y la responsabilidad.
Las personas pasivas-agresivas hacen esto para evitar ser expuestas. Es un comportamiento defensivo que nos pone en un lugar complicado, porque no importa cómo lo abordemos, negarán cualquier tipo de fallo, intención o responsabilidad en sus comentarios, silencios o actuaciones.
Y ¿cómo podemos salir de este bucle? El único camino es la empatía. En cierta forma la validación de su excusa o no, como un reconocimiento que nos permita avanzar en la solución del problema que nos pueda estar afectando a ambos o a muchos.
Un enfrentamiento directo o ataque va a conseguir exactamente todo lo contrario a lo que podemos pretender y nos pondrá en una situación de vulnerabilidad como los supuestos causantes del conflicto. ¡Todo te lo tomas mal!¡No tienes sentido del humor! o cualquier otra frase parecida que consigue derivar su responsabilidad de ellos a nosotros.
Desactivémoslos. Las personas con comportamientos pasivo-agresivos se comportan como lo hacen porque se salen con la suya. Este tipo de actitud tiene la capacidad de sacarnos de nuestras casillas y consigue, como acabo de comentar antes, que la cortina de humo que son los comentarios pasivo-agresivos, tengan éxito, y que quien los utiliza se vaya de rositas y nos culpe a nosotros por interpretarlo todo mal.
Por esto, la forma mas inteligente y productiva es, en cierta forma, dejar pasar sus comentarios, excusas o «cortinas de humo» y no permitir que su maniobra de distracción le permita conseguir su objetivo. No quitar nuestro «dedo del renglón» no es sencillo cuando hay maniobras distractoras, por lo que tener claro qué es lo que queremos comunicar, debatir o resolver es la mejor forma de conseguir que este tipo de actitudes o comentarios desaparezcan.
Y recompénsalos. Si la persona pasivo-agresiva comienza a cambiar su forma de comunicarse, siendo más asertiva, hablando más claro y responsabilizándose, es momento que nosotros lo valoremos y reconozcamos. Es un cambio importante que mejora muchísimo la calidad de la relación que mantengamos y añade riqueza a la comunicación interpersonal. Olvidemos los sarcasmos o las lecciones y simplemente disfrutemos de ello sin mirar atrás con recriminaciones de actitudes pasadas.
Después de todo, las personas pasivas-agresivas, por frustrantes que sean, son como todos los demás. En esencia, solo quieren amor y aprobación. Y aunque seguramente hacen que sea difícil reconducirlas, con algunas estrategias simples, podemos ayudarlos a comportarse mejor y a mejorar su calidad de vida … y la nuestra.
Autor: LEOCADIO MARTÍN (Santa Cruz de Tenerife)
Fecha Publicación: 18/02/2021
Área temática: Salud
Fuente periodística: https://www.canarias7.es/sociedad/salud/quieres-decir-202102118195144-nt.html
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